Nota: Este artículo pretende analizar la lucha contra el aborto desde una perspectiva muy concreta. Tenemos claro que es un artículo parcial e incompleto que deja deliberadamente fuera los temas más complejos sobre género, mujer, cuerpo, feminismo, etc. Esto, por supuesto, no se debe a que menospreciemos su importancia, sino al objetivo final del texto.
No podemos dejar de agradecer su ayuda a todas las compañeras que han aportado, corregido y ampliado este trabajo.
El techo institucional no siempre para las luchas populares
¿Por qué ahora, 4 meses después de que Gallardón tuviera que dimitir, resaltamos que se haya conseguido tirar para atrás el proyecto de ley del aborto?
Porque nos parece importante hacer un análisis crítico de las luchas sociales, y creemos que la lucha contra la ley del aborto simboliza mejor que ninguna otra la capacidad que podemos tener de influir desde la calle en la política.
Estaríamos frente a un ejemplo que nos dice que desde la lucha social puede conseguirse que un gobierno con mayoría absoluta, en este caso el Partido Popular, paralice un proyecto de ley. Un ejemplo práctico que cuestiona la tesis del “techo institucional” o “techo de cristal”, que de manera breve podríamos resumir como la necesidad de que los movimientos sociales se presenten a las elecciones para “asaltar” las instituciones debido a la existencia de un bloqueo institucional ejercido por el PP y PSOE que impediría que cualquier reivindicación en la calle, por masiva que fuera, acabara siendo escuchada por el Parlamento.
Por esta razón nos ha parecido interesante analizar lo que consideramos una victoria del movimiento feminista: que “el derecho a decidir” haya sido aceptado en 2010 y que ahora en 2014 pese a tener al Gobierno en contra, no se haya podido echar marcha atrás.
Y entiéndase que considerarlo un éxito no implica que haya que parar la lucha por las libertades sexuales y reproductivas. Muy al contrario: probablemente, en estos tiempos de partidos y candidatos, tengamos que poner un plus en explicar que el cuerpo de las mujeres es solo de la mujeres, que solo el 6% de los abortos se practican en el sistema público (datos oficiales de 2012), que hay grupos católicos que presionan a las mujeres para que no aborten en la puerta de las clínicas, que no existe casi educación sexual, que condenar a la cárcel a una mujer por abortar fuera de los cauces establecidos es propio de un sistema enfermo, etc.
Para hacer el análisis más sencillo, hemos decidido enumerar los argumentos que, humildemente, creemos que han podido jugar un factor importante a la hora de que la reforma no se apruebe (seguro que hay otros que a nosotros se nos escapan y que podrían enriquecer el debate).
1) Que la sociedad española acepta en un porcentaje mayoritario que el aborto es una decisión individual y que esto se debe a más de un siglo de lucha feminista. Puede estar mal visto, ser motivo de crítica y condena, pero en el fondo una buena parte de la sociedad reconoce que es una decisión íntima que tiene que ver con las condiciones de madurez y solvencia económica. Como decía Cristina Fallarás en la página nosotrasdecidimos.org : “El aborto es, a estas alturas, un asunto económico. Entendamos esto de una vez por todas (y luego, el que quiera que lo niegue): cuando una mujer decide abortar, aborta (…) Abortar es una decisión tan brutalmente íntima que resulta inútil intentar entrometerse entre la mujer y su determinación. No es necesario argumentar todo esto, cualquier mujer sabe a qué me refiero, incluso las de la más rancia derecha y las católicas fundamentalistas”
2) Que ha habido una presión constante en la calle desde que se anunció la ley. Se han realizado acciones y manifestaciones en muchas ciudades del territorio nacional, incluso en varias del extranjero, por ejemplo en Edimburgo.
Es de destacar también el carácter integrador de las protestas convocadas por el movimiento feminista. Desde su perspectiva, entendieron que la ley del aborto solo se echaría para atrás consiguiendo que muchos sectores de la sociedad se sintieran interpelados.
De esta manera, el movimiento feminista apostó por la diversidad de acción, por lo que dentro del paraguas contra la ley del aborto han cabido todo tipo de actos: en el invierno de 2014 vimos como “el tren de la libertad” convocó una manifestación por Madrid a la que acudieron decenas de miles de personas bajo el lema “Porque yo decido”; en Marzo de 2014 se organizó una quincena de lucha feminista llamada “A por todas”; y en mayo de 2013 en Madrid se hizo un escrache improvisado en la casa de Gallardón.
3) Que la permeabilidad del discurso a favor del aborto ha sido tan grande que muchas votantes y miembros del PP defienden ahora que el aborto es una decisión personal, entre ellas Celia Villalobos o Cristina Cifuentes, nada sospechosas de “izquierdistas”.
Algo que sería impensable en 1985, cuando se aprobó la ley de los tres supuestos (malformación, violación o riesgo físico/psíquico para la embarazada), entre otras cosas porque veníamos de una dictadura donde la opinión de las mujeres era secundaria y donde su papel en el ámbito público era casi nulo.
El discurso tradicional ha sido socavado a la par que el rol de las mujeres ha tomado mayor relevancia en el espacio público, y en este cambio creemos que ha tenido mucha responsabilidad la apelación al sujeto colectivo: ser mujeres/vivirse mujeres.
Un sujeto colectivo que en el caso del aborto ha jugado un papel primordial, porque a través de esta apelación han aflorado en el debate público las dificultades que implica para una mujer tomar la decisión de abortar y esto ha terminado por generar mayor empatía que hace treinta años con las mujeres que se ven en esta tesitura, lo que ha provocado que pierda cierto terreno el relato machista -arraigado en buena parte de la sociedad y no solo en la más reaccionaria- que presenta a la mujer que aborta como libertina y que lo gane por contrapartida el “derecho a decidir”.
4) Que en la sociedad española actual es más posible tolerar el aborto porque queda dentro del marco de los derechos individuales. En nuestra sociedad individualista, todo aquello que se circunscribe a lo personal o privado puede llegar a ser aceptado mientras que no se ponga en tela de juicio los privilegios derivados de las desigualdades económicas y sociales.
Por eso cuando la lucha traspasa lo individual, y se cuestionan, por ejemplo, los privilegios de género o se propone la existencia de una educación sexual basada en el respeto nos encontramos con una barrera que resulta mucho más difícil de superar y que ha impedido conseguir un apoyo más amplio de la sociedad en estos temas.
5) Que la estrategia de parte de la derecha más rancia, dentro del PP, en pro de la prohibición del aborto ha chocado con parte de la Democracia Cristiana en Europa, que actualmente es más partidaria del derecho a la objeción. Y esto se debe, en parte, a la existencia de una tendencia hacia la secularización de la vida en Europa. La religión se ha convertido en algo personal y aunque la Iglesia mantiene un peso importante en la sociedad española, su influencia en las conciencias a nivel general ha disminuido.
6) Que al menos momentáneamente en Europa no hay que enfrentarse tan directamente como antaño a la necesidad del capitalismo de renovar la mano de obra a través de políticas que aumenten la natalidad de las clases populares (en contra de lo que pasa en buena parte del planeta, como indican las medidas represivas contra las mujeres que el artículo: Interrupción del embarazo del hospital la cárcel no hay justicia para las mujeres de Mª Cruz Tornay en feminicidio.net señala para América Latina o el libro Calibán y la Bruja de Silvia Federici constata para Nigeria y Sudáfrica).
Partimos de que el control de la natalidad y por ende el aborto, es y ha sido una lucha económica, política y religiosa que ha afectado al cuerpo de las mujeres a lo largo de los siglos. Pero creemos que, justo en este momento, en España no es imperiosa la necesidad de que nazcan muchos niños por dos razones: a) porque ya existe una alta tasa de parados que permiten bajar las condiciones laborales y b) porque el desarrollo de las comunicaciones ha permitido que se explote más fácilmente a las pobres de otros lugares del mundo, ya sea externalizando empresas y localizando las subcontratas en países con peores salarios o aprovechando la mano de obra de aquellas personas que se ven obligadas a migrar por las pésimas condiciones sociales y medioambientales que el desarrollo del capitalismo ha dejado en sus lugares de origen.
Constatar esto no quiere decir que estemos libres de corrientes que intenten de nuevo controlar la natalidad o incluso planteen una vuelta a una familia tradicional como solución al desempleo o a los problemas de cuidados y redistribución, que puede traer la desigualdad demográfica que existe entre las generaciones nacidas en los 60 y 70 (las del boom demográfico) y la de los 80, 90 y 00.
7) A todo esto hay que añadir, claro, los tejemanejes electoralistas de la política. En los últimos meses el PP está muy tocado porque no consigue maquillar el problema del paro, y se está desmoronando en los sondeos conforme salen a la luz más y más casos de corrupción, relacionados todos ellos con esas redes que tejieron al amparo del negocio de las grandes constructoras y donde muchos de sus miembros están presuntamente envueltos.
Vivimos una época donde el PP tiene que deshacerse de lastre y quitarse de en medio alguno de los frentes que puedan ponerle en jaque. Más aún si señalamos que nuestra sociedad tiene una opinión bastante desacreditada de los gobernantes, que se ha acentuado tras el 15M.
En este contexto, además, se produce la irrupción en la escena política de PODEMOS en mayo de 2014 que, a pesar de no representar un rival directo para el PP a día de hoy (es un animal que, esencialmente se alimenta de IU y PSOE), supone una mayor fragmentación del escenario político. La aprobación de la ley del aborto del PP, a pesar de que contenta a sus sectores más extremistas, claramente supondría una pérdida de votos desde sus sectores más moderados (bien hacia PSOE, UPyD, Ciudadanos o la abstención) por no hablar de que podría movilizar, aún más, a otros sectores a un voto útil para PSOE o PODEMOS. Por último, también se ha escrito que la aprobación de la ley del aborto podría dificultar un posible pacto post-electoral PP-PSOE para evitar una hipotética llegada de Podemos al poder.
Pero no se entienda mal, constatar esta realidad no quiere decir que tenga que haber partidos políticos que luchen por lo electoral para conseguir victorias sociales, sino que tiene que existir una acción colectiva que infunda el suficiente miedo como para que estas leyes no tiren para adelante o que haya sido capaz de generar un sedimento tan importante que haga imposible su implantación. Y en este caso la máquina de contar votos ha sido un factor importante en la decisión de parar la ley del aborto, pero no se puede obviar que ese miedo del PP a la hora de promulgar esta ley se debe a que buena parte de la sociedad ha asumido el derecho a decidir, y esto no hubiera sucedido nunca, sin la lucha feminista.
8) Que existen unos medios materiales que hacen posible la práctica del aborto, en este caso una red de clínicas privadas que permite que los abortos pueden llevarse a cabo con cierta normalidad y con unas condiciones higiénicas mínimas, porque no hay que olvidar que dentro de la sanidad pública no hay infraestructura suficiente y existe una gran corriente de médicos que se declaran objetores. Una disputa que tiene su caso extremo en la Comunidad Foral de Navarra, donde no se llega ni al 2% de abortos en la pública y que por suerte tiene sus contrapartidas como el manifiesto en contra de la ley de Gallardón del 70% de los ginecólogos de Baleares.
Gracias a toda esta conjunción de luchas, medios, contradicciones y conflictos, el Partido Popular ha dado marcha atrás a su ley. Y si el PP, el partido más conservador de los que tienen capacidad de ganar unas elecciones, ha tenido que echarse para atrás, es que la lucha por el aborto libre y gratuito ha tenido que tener muchos aciertos de los que podríamos sacar conclusiones interesantes para otras luchas.
En el caso de la sanidad
Podría pensarse que en el caso de la reforma sanitaria habríamos conseguido también una victoria consolidada, ya que el Tribunal Supremo paralizó la ley de Reforma Sanitaria de la Comunidad de Madrid, pero creemos que hay un matiz que hace de esta victoria una conquista más débil.
La externalización de la gestión de todos los hospitales que pretendía Lasquetty era una reforma dentro de un ciclo de cambios legislativos cuyo fin último era privatizar la sanidad y, a la vez, otorgar beneficios con dinero público a las grandes empresas que reciben dichas concesiones y licitaciones, que, “casualmente” son filiales de las grandes constructoras en muchas casos.
Así que, pese a que se haya paralizado la reforma que podía ser definitiva para el desmantelamiento de la Sanidad Pública Madrileña, se han sufrido muchos ataques anteriores desde que la ley 15/97 permitiera la entrada del negocio privado en la gestión de la sanidad, entre ellos la ley de exclusión sanitaria que elimina a parte de la población del acceso gratuito al servicio de salud pública.
En el conflicto de la sanidad, estaríamos en un momento donde se está intentando construir un sujeto colectivo que defienda la sanidad como un derecho inherente a las personas, frente a la privatización.
Por eso es tan necesario que en la disputa ideológica contra lo que la Comunidad de Madrid denomina “pataleta de los trabajadores”, se estén difundiendo discursos como el de Yo Sí Sanidad Universal que sitúan la universalidad de la salud como el eje de la lucha interpelando no solo a los madrileños, sino también a los profesionales que son en definitiva quienes diariamente tienen la capacidad de declararse insumisos y hacer el sistema un poco menos excluyente.
No hay una gran victoria aún porque estamos en la brecha, estamos en el momento en que en la calle y entre los profesionales se discute y disputa lo que significa la sanidad pública.
Que no haya una victoria rotunda contra todas las medidas de privatización, no significa que se vaya en mal camino, sino que hay que seguir presionando, como lo hizo el movimiento feminista cuando el PSOE en 1985 aprobó una ley que olvidaba por el camino el derecho a decidir de las mujeres.
En el caso de la vivienda
Las victorias parciales en el tema de la vivienda en los últimos tres años se cuentan por cientos y si se miran con perspectiva histórica han significado un hito en la acción colectiva de buena parte del Estado: se han aplazado y parado desahucios, se han conseguido alquileres sociales, condonaciones de la deuda, daciones en pago a través de la movilización y la acción directa, la okupación comienza a verse como una posible solución en algunos sectores de la población y lo más importante a nuestro modo de ver, se ha construido una red de solidaridad que nunca hubiéramos imaginado y que ha garantizado el techo a miles de familias generando una alternativa.
Pero aún no ha habido una gran victoria colectiva y en este caso se debe no solo a que nos enfrentamos contra uno de los pilares de la sociedad capitalista, la propiedad privada, sino a que además el enemigo nos lleva mucha ventaja de partida, ya que desde hace unos cincuenta años sufrimos un modelo económico donde el eje central del crecimiento ha sido la construcción y el crédito, donde bancos y grandes empresas se han aprovechado del crecimiento demográfico y la pérdida de condiciones salariales para sacar múltiples beneficios. Una lógica de crecimiento que ha llevado a que múltiples familias se queden en la calle y a la vez rescatemos a los bancos, generando una compleja red de leyes y prácticas injustas que lo validan (las leyes mercantiles, las leyes hipotecarias, las tasaciones fraudulentas, la ley de enjuiciamiento civil, la reforma de la Constitución del PSOE y el PP en el 2011, la ley Corcuera, la nueva ley Orgánica de Seguridad Ciudadana o las preferentes son solo un ejemplo de todo el entramado), y un modelo de construcción basado en la especulación y no en la necesidad.
Dicho de otra forma, la correlación de fuerzas en el caso de la ley del aborto es muy diferente de la que existe en la lucha por la vivienda. Este es el motivo por el que nunca llegamos a entender que la ILP se ponga como ejemplo de “bloqueo institucional”. Frente a los intereses de los sectores del capital que agrupan a bancos, cajas, constructoras e inmobiliarias y a la presión que estos son capaces de hacer sobre los partidos, la recogida de más de 1.400.000 firmas parece poca cosa. Es decir, podemos debatir sobre si la ILP era una buena o mala estrategia de visibilización del problema, pero lo que era evidente es que no iba a ser una medida de presión lo suficientemente fuerte. Que ahora se utilice como ejemplo de que “las instituciones no escuchan” suena bastante inocente, demasiado incluso.
Pero contra esta desventaja de partida también tuvo que luchar el movimiento feminista, que, desde que ha podido hacerlo tras cuarenta años de dictadura, se ha enfrentado a una sociedad machista y patriarcal, a una iglesia católica con mucho poder, a una legislación franquista donde la mujer era vista como una persona de segunda y a una sociedad donde había que irse a Londres a abortar o hacerlo clandestinamente en condiciones de insalubridad. Y pese a ello ha sabido llevar a cabo durante más de cuarenta años una lucha que ha sido independiente de los partidos políticos, aunque en ella participaran mujeres vinculadas a partidos y sindicatos.
Sobre la necesidad de debatir y analizar las victorias para no caer en una lógica electoralista
Quizás estudiar y analizar modelos de lucha que hayan conseguido alcanzar sus objetivos, nos ayude a salir de futuros bloqueos e ir más allá de la lógica institucional como una solución rápida que puede acabar dejando por el camino buena parte de las reivindicaciones iniciales.
Porque no debemos olvidar que el terreno de la política institucional, es el terreno del posibilismo. Ese posibilismo que hizo que el PSOE aprobara una ley de supuestos que no dejaba la decisión final de abortar en las mujeres o que justificó que algunos ex-militantes de extrema izquierda acabaran dentro del PSOE y que con el tiempo terminaran aprovechando su cargo de concejal de urbanismo para enriquecerse con la burbuja de la construcción.
Por esta razón creemos que lo importante es generar un sedimento en la sociedad que impida que las promesas se diluyan o las conquistas se pierdan en un abrir y cerrar de ojos, y eso requiere, sí o sí, de una lucha a largo plazo. Comprendemos que se nos pueda rebatir planteándonos que hay problemas urgentes que no pueden esperar y que el camino más rápido es solucionarlos a través de la vía electoral, pero no nos engañemos: ganar unas elecciones no significa que se puedan aplicar las medidas que se quieren, e irónicamente quizás tengamos que escuchar de quienes estén en las instituciones frases como “tened paciencia” o “aún no podemos aplicar estas medidas porque la sociedad está en contra”.
Esto nos lleva a considerar el techo de cristal no tanto como un techo electoral, sino como una ventana de sociabilidad política vinculada a unas condiciones materiales específicas que permiten o no sobrepasarla.
Esta teorización en el caso del derecho a decidir se traduciría en que lo relevante no es que la reivindicación del derecho a abortar haya llegado a la agenda política de un partido, sino que haya existido un movimiento feminista con la capacidad de luchar de manera sistemática en dos planos: a) la difusión de su discurso a amplias capas de la población a través sobre todo de dos ideas básicas: el derecho a decidir de las mujeres sobre sus propios cuerpos y la máxima de que lo personal es político y b) la construcción y defensa de las condiciones materiales que permiten que se pueda llevar a cabo de manera segura (clínicas, profesionales médicos, etc.), lo que ha provocado que dicha lucha llegue a ser aceptada y haya podido implantarse.
Unas conclusiones abiertas como propuesta para avanzar hacia el cambio social
Aprovechando los aprendizajes que podemos extraer de esta lucha y mientras que no haya un movimiento lo suficientemente fuerte para construir una sociedad anticapitalista y antipatriarcal, nos surge la idea de señalar unas pocas conclusiones que puedan servir como indicadores de la salud de nuestras luchas y como reflexiones que puedan ayudarnos a confluir desde el respeto y la diferencia:
– Analizar la capacidad que tenemos para poder generalizar nuestro discurso en la sociedad.
– Pensar qué alternativas reales estamos sabiendo construir frente al capitalismo y el patriarcado desde el feminismo, el anarquismo, y los movimientos sociales.
– Recordar que, aunque se haya conseguido una victoria, tendremos que seguir peleando porque se consolide, lo que en el caso del aborto significa que tendremos que seguir insistiendo y peleando por algo que puede parecer muy obvio en el siglo XXI, pero que muchas veces se olvida: que el cuerpo de las mujeres es solo de las mujeres.
– Pensar si nuestras luchas están sirviendo para avanzar en un cambio social. Es decir, ver nuestros colectivos como herramienta de transformación social y de apoyo mutuo con sus logros y con sus contradicciones, derivadas muchas veces de la emergencia social, como el caso de los desahucios.
– Ser capaces de construir y defender las condiciones materiales (sea en términos de recursos o de relaciones sociales) que permiten afrontar y ganar este tipo de luchas.
– Pensar y debatir cómo construir y coordinar organizaciones independientes que vayan más allá de lógicas posibilistas de partidos.
– Y, claro está, reflexionar y debatir sobre las victorias que se consiguen para ayudarnos a ver qué caminos pueden tomar nuestras luchas para crecer y ayudarnos a pensar un futuro mejor.
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