Este año será clave en el desarrollo de una vacuna contra el sida. Pero, como explica el doctor Bonaventura Clotet, al frente de uno de los equipos que más cerca está de lograr la curación de la enfermedad, “el objetivo es curarlo en 2020”. El manejo de fechas y predicciones se antoja, también en la investigación médica, materia de ciencia ficción. Resulta que la medicina, por aquello de que trata de salvar la vida de las personas, rebosa de protocolos, controles y estándares, y el catalán, director del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa, conoce bien los tiempos y el ritmo de trabajo que le separan a él y a su equipo de “una vacuna eficaz y asequible”.
Una aclaración: la vacuna en la que trabaja Clotet está concebida para tratar la enfermedad y eliminarla en los infectados o, al menos, controlarla sin necesidad de tratamiento, pero no para evitar el contagio. Y como toda investigación sobre algo concreto, también tiene aplicaciones sobre realidades más generales. “En 2015 comenzaremos la fase uno en humanos. Hasta ahora hemos conseguido curar el sida en animales de experimentación, en simios. Este año esperamos poder confirmar estos resultados y avanzar en el estudio de su eficacia en personas”, informa al respecto del que, asegura, es el camino más directo para acabar con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. “Es mucho más rápido demostrar la eficacia de un tratamiento con una vacuna terapéutica. Para ello, se requieren resultados en miles de pacientes, además de una enorme inversión en tiempo y dinero y una gran infraestructura. En cambio, con estudios de apenas cien enfermos puedes demostrar si la vacuna terapéutica elimina el virus”, señala.
El virus del sida no lo hace: cualquiera puede infectarse en cualquier sitio y de diferentes maneras”, explica. Más allá de la búsqueda de una cura, el estudio también tiene aplicaciones en la investigación de otras enfermedades, como la hepatitis C, o incluso permite comprender mejor los procesos de envejecimiento: “Esta enfermedad es básicamente un modelo de envejecimiento exagerado”, explica el doctor Clotet. “Los que la padecen, si no se tratan adecuadamente, es como si envejecieran diez años en muy poco tiempo. Esto sucede porque el virus destruye el sistema inmunitario, y eso altera el microbioma, los millones de bacterias que viven en nuestros intestinos”. Cuando el ecosistema bacteriano, que es nuestro cuerpo, está desequilibrado y predominan las bacterias malas, ya sea por culpa de una infección o por una alimentación deficiente, estas pueden pasar a la sangre y, de ahí, al resto de órganos y provocar todo tipo de enfermedades, además de acelerar los procesos de envejecimiento. Es como el proverbial somos los que comemos pero sustentado en evidencias científicas. “En 2015 estaremos en disposición de encontrar la manera de corregir ciertos desequilibrios mediante dietas o con una aportación externa específica”, anuncia.La línea de investigación que lidera parte del estudio de unas mil personas en todo el mundo que, a pesar de haberse infectado con el VIH, no han desarrollado la enfermedad. “El uno por ciento de las personas que se infectan son capaces de controlar la infección por sí solas. Estudiamos a estas personas que reaccionan bien al virus de forma natural para ver qué características posee su sistema inmunitario y contra qué partes del virus dirigen su ataque”, explica. En lo que se ha avanzado poco es en el estigma social que aún persigue a los infectados por el VIH. Esto afecta incluso a la investigación, especialmente en un contexto de recortes de fondos públicos como el actual. “Cuando salimos en busca de financiación en el sector privado, a menudo nos vemos obligados a explicar que no deben discriminar dónde destinan el dinero".