Ante la próxima conmemoración del 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, el artículo de hoy es un homenaje a quienes han decidido dedicar su conocimiento, su prestigio, sus estudios y su vida a garantizar que el acceso al aborto sea seguro y cálido para todas las mujeres que lo solicitan.
La promoción y defensa del derecho al aborto seguro tiene muchos rostros: las propias mujeres que buscan el servicio, las organizaciones feministas y de derechos sexuales y reproductivos que luchan para cambiar leyes y políticas públicas; los (muy escasos) partidos políticos y dirigentes que se comprometen con los derechos humanos y abogan por cambiar legislaciones que sancionan a las mujeres por el hecho de serlo. Actores y actoras que denuncian, investigan, insisten hasta lo imposible, comprometen su imagen pública… Todos y todas son necesarios en esta causa pero, parafraseando aquel poema de Bertolt Brecht, sólo algunos/as son los/as imprescindibles. Sin los/as profesionales del aborto seguro se desmoronaría todo el edificio sobre el que se fundamenta el ejercicio del derecho a decidir de las mujeres. Y esto lo saben muy bien las organizaciones que se oponen a los derechos sexuales y derechos reproductivos.
Entre sus estrategias contra los derechos humanos de las mujeres, existen dos que adquieren especial importancia: por un lado, el estigma sobre el aborto en sí, la criminalización social de su práctica, la generación de culpa y miedo en las mujeres, la asociación del aborto con palabras negativas como drama, tragedia, muerte y dolor. Su mayor victoria es que quienes a priori defienden el derecho a decidir de las mujeres, utilicen palabras como estas para referirse al aborto, a todas las mujeres que abortan.
La segunda estrategia consiste en promover el estigma sobre quienes ayudan a estas mujeres a abortar, vinculando a estos/as profesionales con el asesinato, con el enriquecimiento ilícito, con la violencia hacia las mujeres, con la búsqueda de intereses privados, alejados del servicio público y de la ética médica. En esta estrategia, quienes brindan aborto seguro son peligrosos miembros de mafias internacionales y el Estado debe perseguirles como a cualquier criminal. O más aún que a cualquier criminal, ya que su crimen se produce contra “los seres más inocentes”.
La estrategia aborda todos los ámbitos de la violencia. La violencia psicológica a la que se ven sometidos/as se manifiesta en la intimidación; el miedo a que se produzca una denuncia en cualquier momento; la incomprensión de familiares y amigos/as; la crueldad de determinados cargos políticos que por un puñado de votos se refieren a ellos/as en términos despectivos o, directamente, humillantes; las situaciones de estrés que provocan los procedimientos médicos; la angustia con la que algunas mujeres acuden a sus servicios; y la contención emocional –que siempre deja huellas- que forma parte de su trabajo diario.
En el ámbito de la violencia social, el estigma; la discriminación laboral y profesional; la exposición pública dirigida al escarnio; las intimidaciones a las puertas de sus domicilios o en sus centros de trabajo en aquellos países en que es legal; la violación de su intimidad ante periodistas con ansia de escándalos; la falta de solidaridad de algunas personas que dicen defender también los derechos humanos de las mujeres, pero que se han dejado embaucar por las estrategias de quienes se oponen a ellos.
Y de la violencia física qué se puede contar… Agresiones, asesinatos, amenazas a familiares, bombas…
A pesar de toda esta violencia sistemática, los/as profesionales/as de servicios de aborto seguro continúan su trabajo. Lo hacen en países en que la práctica es legal y en países en los que pueden perder su licencia profesional e ir a la cárcel durante varios años. Continúan a pesar de la incomprensión que sienten cuando se les confunde intencionadamente con personas sin escrúpulos, ni formación ni interés por los derechos humanos de las mujeres que proveen también este servicio, aunque esta práctica se aleje de cualquier formación ética y científica para proporcionar un aborto en condiciones seguras (¿o acaso no hay personas sin escrúpulos en el resto de prácticas médicas y no por eso se les compara con profesionales que sí lo son?). Los/as profesionales de servicios de aborto seguro continúan a pesar de la dificultad para entrenarse, para ser cada día mejores en su trabajo y ofrecer, así, un mejor servicio a las mujeres.
Estos/as profesionales menospreciados/as, incomprendidos/as, estigmatizados/as son responsables, nada menos, de garantizar que cada año 20 millones de mujeres puedan ejercer su derecho a una maternidad libremente decidida en los países donde el aborto es legal. Y también son responsables de que otras 20 millones de mujeres, en países donde es ilegal el aborto, puedan acceder a un servicio que, aunque clandestino, cumple con estándares de seguridad al ser brindados por profesionales capacitados/as en lugares adecuados. Son responsables de que esas 20 millones de mujeres, a las que sus países condenan, no se mueran o queden con graves lesiones de por vida.
A la luz de esta evidencia, para mí, quienes se dedican a la práctica médica de proporcionar abortos seguros a las mujeres son héroes y heroínas. He tenido la suerte de conocer a profesionales del aborto que trabajan en países en que es legal y, también, he conocido a muchos/as otros/as que deben asumir el riesgo que representa facilitar el acceso a este servicio donde es ilegal. Todos y todas son profesionales comprometidos/as con los derechos de las mujeres, a quienes no solo les preocupa proporcionar un buen servicio de salud, sino ofrecer una atención integral para prevenir los embarazos no deseados. Profesionales que trabajan para que la educación sexual sea una realidad para todos y todas, para que mujeres y hombres tengan la información y el acceso a la gama más alta posible de métodos anticonceptivos modernos, para que en las políticas públicas se garantice la igualdad, para acabar de una vez por todas con ese crimen contra la humanidad que representa la violencia contra las mujeres.
Estos/as son los/as profesionales del aborto que conozco y que, me consta, son la mayoría de los/as que a esto se dedican. Por su compromiso inquebrantable son el objetivo de las organizaciones fundamentalistas y, por eso, el deber básico de quienes promueven y defienden los derechos sexuales y reproductivos es reconocer su trabajo y protegerles de esos ataques. Si estos/as profesionales caen, ¿quién recogerá este testigo? ¿Quién ayudará a las mujeres a ejercer su derecho?
En su Informe Anual de 2010 ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Relatora Especial sobre los Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos afirmaba: “los defensores de los derechos humanos que promueven los derechos sexuales y los derechos en materia de procreación se enfrentan a riesgos entre los que figuran el acoso, la discriminación, la estigmatización, la criminalización y la violencia física. Los profesionales médicos y de la salud que prestan servicios de salud sexual y reproductiva que permiten a las mujeres ejercer sus derechos en materia de procreación forman parte de ese grupo. Por la labor que desarrollan, en algunos países esas personas suelen ser objeto de acoso, intimidación y violencia física. En algunos lugares, esos ataques, perpetrados por agentes no estatales, han dado lugar al asesinato o el intento de asesinato de profesionales médicos.”
Creo que va siendo hora de que la sociedad reconozca a los/as profesionales del aborto como lo que son: defensores y defensoras de los derechos humanos.
Gracias, muchas gracias por su trabajo.
papaqueeselaborto.blogspot.com.es/2013/05/gracias-profesionales-del-aborto.html